La designación de Marco Rubio como posible Secretario de Estado de EE.UU. bajo una nueva administración Trump, marca un giro significativo en la política exterior estadounidense hacia Latinoamérica.
Su nombramiento, el primero de un hispano en este cargo, promete un enfoque renovado en la región, especialmente en temas cruciales como la migración y la creciente influencia china.
Rubio, conocido por su postura dura con regímenes como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua, se perfila como un «halcón» en la política exterior.
Su visión, según analistas, se caracteriza por una marcada división ideológica entre gobiernos de izquierda y derecha en la región.
Esto podría llevar a una política exterior más intervencionista y alineada con gobiernos considerados «amigos» de EE.UU.
Sin embargo, la estrategia hacia Venezuela permanece incierta. Si bien durante el primer mandato de Trump se aplicó una fuerte presión con sanciones, su efectividad es cuestionable, y la crisis migratoria venezolana sigue siendo un desafío para EE.UU.
Algunos analistas sugieren que la atención prestada a Venezuela en el pasado se debía en parte a la búsqueda de votos en Florida, un estado con una importante población de origen cubano y venezolano.
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La llegada de Rubio a la diplomacia estadounidense augura un cambio de rumbo en las relaciones con Latinoamérica, con un enfoque más activo y posiblemente más ideológicamente definido, pero con la necesidad de definir una estrategia coherente ante los desafíos complejos que enfrenta la región.
EE.UU. y la aceleración de las deportaciones a Latinoamérica
Estados Unidos busca acelerar las deportaciones de migrantes venezolanos a Latinoamérica, un proceso que presenta desafíos significativos.
La falta de relaciones diplomáticas con Venezuela dificulta la deportación directa. Por ello, la administración Biden, tras una breve pausa, ha reanudado los vuelos de deportación, aunque la estrategia a largo plazo es incierta.
Una alternativa explorada es presionar a países como México y Colombia para que acepten a los migrantes venezolanos.
Esta presión podría vincularse a las negociaciones comerciales, particularmente en el marco del T-MEC.
La preocupación por la inversión china en Latinoamérica, especialmente en México, podría ser un factor clave en estas negociaciones.
Existe la posibilidad de que Estados Unidos utilice la revisión del T-MEC, incluso amenazando con su ruptura, como palanca para lograr un mayor control migratorio.
Aunque la ruptura del acuerdo no es el escenario más probable, algunos analistas advierten que las empresas lo están subestimando.
La situación es compleja y el futuro de las políticas migratorias de Estados Unidos hacia Latinoamérica dependerá de las negociaciones bilaterales y las consideraciones geopolíticas.
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